Fuente: Faro de Vigo / Por Fito Álvarez Tombo
Imagínate que eres un joven saharaui, naciste hace 41 años en el Sáhara Occidental, en ese momento provincia española. Al poco de nacer, España abandona el Sáhara y tu tierra es invadida por Marruecos y Mauritania.
Imagina que hasta que cumples los 17 años vives en medio de una guerra que te arrebata a tu propio padre y muchos de tus familiares. Gran parte de tu familia ni la conoces ya que tuvieron que huir cientos de kilómetros a pie escapando del ejército marroquí que los bombardea con napalm y fósforo blanco, teniendo que refugiarse en el interior del desierto argelino. Allí, en la hamada, construyen campamentos donde refugiarse de los ataques del ejército marroquí y sobreviven gracias a la ayuda de países amigos.
En 1991 el Frente Polisario negocia un alto el fuego bajo los auspicios de la ONU que debería culminar con la celebración de un referéndum de autodeterminación en la que los saharauis deberían decidir su futuro.
Pasan los años y Marruecos no cumple su parte del acuerdo, las fuerzas de ocupación marroquíes continúan despreciando los derechos y la dignidad de los saharauis. Hombres, mujeres y niños son torturados y violados por la policía y militares marroquíes.
Imagínate que eres obligado a emigrar ilegalmente para poder ganarte la vida.
No tienes estudios ya que odiabas la escuela, donde eras discriminado y obligado a cantar el himno marroquí. Las escuelas parecen cuarteles militares, rodeados de vehículos de intervención de la policía marroquí.
Imagínate que llegas a España, país que te vendió y abandonó, y ahora te explota como mano de obra barata. Trabajas en el campo, en la construcción, hostelería, siempre con el sueño de volver a tu tierra. Tienes que mendigar el derecho a los papeles de residencia al mismo país que durante años obligó a los tuyos a ser español y ahora te niega la nacionalidad.
Pasados los años decides volver a tu casa, tienes treinta años, sin mujer, sin hijos, sin futuro.
En octubre de 2010, tú y 30.000 saharauis más iniciáis el campamento protesta de GdeimIzik en los alrededores de El Aaiun, formando parte de este campamento pacífico es la primera vez en tu vida que te sientes realmente libre. En la mañana del 8 de noviembre, las autoridades marroquíes desmantelan violentamente el campamento. Estás entre los responsables de la organización. Ese día eres secuestrado por la policía marroquí. Ese día empieza tu calvario.
Eres torturado, sin ropa, sin comida ni agua. Eres sometido a torturas físicas y psicológicas durante meses.
Eres uno de los 21 detenidos del llamado grupo de GdeimIzik, juzgados por un tribunal militar, todas las acusaciones están basadas en confesiones obtenidas bajo tortura. Las condenas varían entre los 20 años y cadena perpetua. Tú tienes una cadena perpetua por un crimen que nunca cometiste.
Esta historia que te pido que imagines es la historia real de uno de los muchos presos políticos saharauis que sufren condena sometidos a un trato inhumano, culpables del único delito de querer vivir en libertad.