Lima, 10 mayo 2015 (peruinforma.com / Por: Ricardo Sánchez Serra)
La embajadora de Marruecos, Oumama Aouad, que fue declarada no grata al periodismo por la Federación de Periodistas del Perú el año pasado por atentar contra la libertad de expresión, es una persona que desde que llegó al Perú a fines del año 2008, se dedicó a tratar de silenciar toda voz que trate el tema sobre la ocupación de su país al Sáhara Occidental y la violación de los derechos humanos y uso de la tortura contra la población civil saharaui.
Por su bagaje intelectual e invitaciones por doquier se introdujo en la sociedad limeña para hacer amistades y lograr cierta influencia en ese círculo, además del político y gubernamental, con el fin no solo de promocionar su país –que no ha invertido un solo dólar en el Perú-, sino boicotear cualquier acercamiento de los diplomáticos saharauis para que nuestro país restablezca sus relaciones diplomáticas con la República Saharaui, suspendidas por el tristemente célebre asesor Vladimiro Montesinos en 1996.
Bloqueo informativo
Su primer accionar fue acercarse a los directores de medios de difusión en donde escribía para complotar para que al suscrito se le bloquee referirse sobre el Sáhara Occidental, por su puesto de manera muy discreta y maquiavélica, haciéndose amiga de los mismos, obsequiándoles regalos y agasajándolos e invitándoles a su país con todos los gastos pagados e incluso colocando publicidad.
En algo funcionó, pero también fracasó. Recuerdo que un director me dijo luego de enviarle un artículo sobre el Sáhara Occidental “me malogras el negocio. ¿No puedes escribir sobre otro tema?”. Otro me llamó y me expresó “Colorado envía otro artículo, la embajadora marroquí se ha hecho amiga mía y no quiero problemas con ella”, pero solo se convenció que lo que me mencionó fue errado, porque él es un ardoroso defensor de la libertad de expresión.
Una directora de otro medio me contó que la embajadora la había amenazado con enjuiciarla si publicaba mis artículos. Para los que no me conocen, no soy monotemático como me indican algunos, sí soy persistente en el tema, y puede comprobarse viendo mi bagaje de artículos sobre diversas problemáticas.
Amigos me contaban que en sus cenas, la embajadora Aouad señalaba que “los enemigos de Marruecos en el Perú eran Javier Diez Canseco y Ricardo Sánchez Serra”. Bueno, se equivoca, porque no le va alcanzar las horas para mencionar a muchísimos más, porque sus erradas y trastornadas intrigas por tratar de acallar el tema y perseguir a los que escriben, ha provocado la reacción contraria y ahora son miles que se están solidarizando con la causa saharaui.
Como no pudo acallar al suscrito y enfrentarlo sola, creó una Asociación de los Marroquíes en el Perú –que como su constitución señala: “tiene como objetivo común de sus integrantes la de promover intereses comunes, así como prestar recíproca ayuda entre los asociados y los emigrantes marroquíes en el Perú”. Sin embargo, su primer comunicado fue atacar al suscrito y el segundo, agredir al embajador saharaui en misión especial Alí Salem Sidi Zein.
Recuerdo que me envió en dos oportunidades a un “emisario” para invitarme a Marruecos y yo le puse dos condiciones: “entrevista con el rey y visita a la cárcel negra en donde tienen presos y torturados a activistas saharauis”. No se me volvió hablar del tema.
Su intervencionismo ha logrado que numerosos medios de prensa se solidaricen y abran sus páginas a favor de la causa saharaui.
Impertinencias
A la embajadora Aouad la conocí en la embajada de Grecia. Ella se acercó aprovechando que estaba conversando con un amigo común, el congresista Víctor Andrés García Belaunde: “embajadora le presento a un gran periodista”, lo interrumpí y le expresé “disculpa Vitocho no creo que quiera conocerme”. Ella indicó “¡no, está bien!”. Vitocho le mencionó bromeando “yo soy pro saharaui, pero desde que está usted en Lima estoy a favor suyo. Cuando se vaya volveré a ser pro saharaui”, provocando la sonrisa de todos.
Vitocho se aleja y se produce el siguiente diálogo. La embajadora me dice “usted está con los separatistas (saharauis)”, “sí”, le respondí. “¿Usted sabe –me indica- que los saharauis son marroquíes?” “¡No! embajadora “¡los saharauis, son saharauis!”…
Cuando la embajada marroquí se entera que disertaría ante 1200 personas en una conferencia internacional sobre derechos humanos organizada por el Colegio de Abogados de Lima, Aouad se comunica con el entonces decano Raúl Chanamé para evitar que pronuncie mi discurso. Él se niega y ante su insistencia le refiere que ella, si gusta, también puede exponer, a lo que acepta. Faltando cinco minutos para empezar, Aouad se disculpa y lo llama pidiendo que ingresen varios marroquíes al auditorio y que se les dé la oportunidad de hablar. Chanamé accede. Él me dijo posteriormente “no sabes cuántas personas de peso me han llamado para evitar que hables”. “Jajaja, los vasallos de la embajadora”, le comenté.
Lo demás es historiadora conocida, mientras estoy exponiendo un marroquí me insulta. El auditorio lo calla. Al final otro marroquí ataca al pueblo saharaui y el auditorio lo abuchea.
En otra oportunidad, en una conferencia en la Federación de Periodistas del Perú, otros marroquíes pretendieron hacer barullo mientras disertaba. Y así se pasa la vida, escribe a instituciones o municipalidades para evitar que se produzcan eventos pro saharauis. E incluso se dirige al Congreso protestando cuando hay un evento de solidaridad.
En nuevo intento por acallarme, Aouad envió una carta al cardenal Juan Luis Cipriani –cuando yo trabajaba en el Arzobispado de Lima- mencionando que lo que yo escribía sobre el tema saharaui podía ser tomado como la posición oficial de la Iglesia Católica, con evidentes intenciones de causar dificultades.
Esa persecución cuasi policiaca a mi persona llega a límites paranoicos: le dice a una congresista que está molesta con mi empleador con la intención que me despida. En otra oportunidad, se reunió con cinco congresistas y concretamente se puso a llorar diciendo que yo la insultaba y le hacía la vida imposible. Lágrimas de cocodrilo, porque jamás la insulté. “Señor Sánchez Serra, no sabe cómo la embajadora lo odia”, me contó una persona que trabajó con ella y fue despedida.
El año pasado convocó a una reunión de embajadores árabes en Lima, sin agenda. Ellos se reúnen generalmente para tratar temas de la Cumbre América del Sur-Países Árabes (ASPA). Cuando fueron a su residencia se dieron con la sorpresa que el tema era yo, “un peligro antiárabe”. La reunión fracasó en lograr su “coalición”.
Hay peruanos, sin valores, que se venden por un plato de lentejas. Ella aprovecha eso con lisonjas, invitaciones por doquier, agasajos, cocteles. Lo hace porque su país tiene como política aplicar el silencio informativo al tema saharaui. Marruecos no tiene ningún derecho jurídico o histórico sobre ese territorio.
Resoluciones de las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia de La Haya sepultan sus pretensiones. Esta última sentencia: “La Corte llegó a la conclusión de que los elementos e información puestos a su disposición no demostraban la existencia de ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental, por una parte, y el Reino de Marruecos o el complejo mauritano, por la otra. Por lo tanto, la Corte no comprobó que existieran vínculos jurídicos capaces de modificar la resolución 1514 (XV) en lo que se refiere a la descolonización del Sáhara Occidental y, en particular, a la aplicación del principio de la libre autodeterminación mediante la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio”. Este es un argumento irrebatible de los derechos del pueblo saharaui.
Intervencionismo
Cuando vienen ministros saharauis y son recibidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Congreso u otra organización, la embajadora inmediatamente se entrevista con las mismas personas, les expresa su protesta y hasta es impertinente al enrostrarles el por qué los recibió. A Aouad ya le dieron en una oportunidad su “tate quieto”, cuando un funcionario le dijo “al vicecanciller de la República del Perú nadie tiene por qué señalarle a quién recibe y a quién no”. Incluso la Universidad de Lima canceló una conferencia magistral del canciller saharaui para América Latina, Hach Ahmed, por presiones de la Embajada marroquí, además que sus diplomáticos llamaron a varias universidades para preguntar y tratar de evitar sus disertaciones.
Pero esa conducta tiene antecedentes en otros embajadores marroquíes. En la recepción oficial por el Día de la Reina, Gran Bretaña invitó al embajador saharaui, al entrar su colega marroquí reprendió al embajador inglés porque lo había invitado. Éste le contestó “a nadie se le puede ocurrir preguntarle a Su Majestad, la Reina, a quién invita y a quién no”. En Chile, Colombia, Brasil y Argentina las embajadas marroquíes pretendieron suprimir eventos pro saharauis, motivando protestas oficiales de las cancillerías locales.
Espionaje marroquí
La embajadora es osada al mentirle a su cancillería, al informarle que el suscrito es pagado por Argelia. ¿Es que no entiende que muchas personas pueden defender una causa que es justa, y en libertad? Hay que comprenderla porque en Marruecos no hay libertad de expresión. Los propios organismos internacionales de defensa de la libertad de expresión lo condenan. Incluso, hace pocos meses, los organizadores del premio Albert Londres de periodismo anunciaron que renuncia a su intención de celebrar la ceremonia de entrega de esta edición en Tánger (Marruecos) el 9 de mayo, como rechazo a la reciente expulsión de dos periodistas franceses de ese país, hecho que es muy común con numerosos políticos, periodistas y europarlamentarios. Marruecos no quiere que se sepan sus tropelías contra el pueblo saharaui.
Reitero que es necesario que se conozca qué hicieron las autoridades gubernamentales con el espionaje de la embajada de Marruecos en el Perú. Es de conocimiento público que sus diplomáticos, que incluyen a la embajadora Oumama Aouad, enviaron a su Cancillería documentos internos del Ministerio de Relaciones Exteriores –del entonces canciller Rafael Roncagliolo- y del Congreso peruanos y que fueron conseguidos ilegalmente, violando las normas diplomáticas y la Convención de Viena.
Además, en los despachos diplomáticos marroquíes de su Embajada en Lima, la embajadora Oumama Aouad detalla cómo interviene en los asuntos internos del Perú para evitar que nuestro país restablezca relaciones diplomáticas con la República Saharaui.
Informa a su país que ella detuvo en el Congreso, con ayuda de parlamentarios, la formación de la Liga de Amistad Perú-Saharaui e impidió que un ministro saharaui sea recibido en el Parlamento (este hecho no fue cierto) o que gracias a su lobby una delegación saharaui se le obstruyera de participar en la asunción del Jefe del Estado, Ollanta Humala. Además que Aouad se encuentra trabajando con el entorno del presidente Humala, a quien califica -en varias oportunidades- de un mandatario procedente de la izquierda radical.
Coleman también reveló documentos en los que se mencionaban los sobornos marroquíes a periodistas, políticos, intelectuales y funcionarios de las Naciones Unidas (en ACNUR y Alto Comisionado de Derechos Humanos) y espionaje en la oficina del Secretario General Ban Ki-moon.
Han pasado cinco meses de la revelación de los documentos oficiales, confidenciales y encriptados, realizados por el hacker Chris Coleman y que no fueron desmentidos por la cancillería marroquí. A los flamantes, ministra de RREE Ana María Sánchez, a su vicecanciller Eduardo Martinetti Macedo y al Director General de África, Carlos Pareja debe informárseles convenientemente sobre este enojoso hecho.