Fuente: El Espía Digital / Alfonso Lafarga
Takbar Haddi, en huelga de hambre desde el 15 de mayo frente al Consulado de Marruecos en Las Palmas de Gran Canaria para pedir justicia, dice a su hijo Mohamed Lamin Haidala, asesinado por colonos marroquíes, que sus hermanos no entienden por qué ya no está con ellos, que le siguen esperando.
Takbar se pregunta por qué fue asesinado; cómo puede haber tanta crueldad contra jóvenes indefensos solo por el hecho de ser saharauis y amar la libertad y si quienes hicieron ésto son personas o monstruos.
Esta mujer, de 42 años, lamenta no haber podido despedirse de su hijo, ni él de ella, y le confiesa que volverá a amar la vida cuando recupere su cuerpo, ahora enterrado en un lugar desconocido. Con dolor en su frágil cuerpo, busca fuerzas para seguir luchando y se las da la imagen ensangrentada de Haidala.
A través de Jadiyetu El Mohtar, representante de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis en España, Takbar Haddi se dirige así a su hijo Mohamed Lamin Haidala en El Espía Digital:
“Mis fuerzas apenas me permiten ya pronunciar tu nombre, cierro los ojos y te veo sonriente, alegre, como tus amigos, como tus hermanos.
Siempre me decías que era tu heroína porque contestaba a todas tus preguntas, hoy soy incapaz de responder a las mías: ¿Por qué te asesinaron? ¿Por qué te destinaron este final?
El dolor, el inmenso dolor vuelve a mi frágil cuerpo y me azota, me lastima hasta en lo más profundo de mi ser. Abro los ojos y veo tu imagen ensangrentada, veo gente gritando ¡¡¡Justicia Para Haidala, Justicia Para Haidala!!!. Quiero gritar con ellos: ¡¡¡Justicia Para Haidala, Justicia Para Haidala¡¡¡
Tu imagen sufrida, ensangrentada, insufla fuerza en mí, vuelvo a respirar hondo para amortiguar el dolor en mi interior, quiero tener fuerzas para seguir luchando por ti. Mis preguntas siguen sin respuesta: ¿por qué a ti? ¿Por qué te arrancaron la vida de esta forma tan cruel? ¿Son personas o monstruos?
Solo me queda buscar las respuestas y exigir justicia. Quiero que forenses independientes hagan una nueva autopsia a tu cadáver, hijo, porque tus asesinos te enterraron sin que yo me despidiera de ti, no sé dónde estás, no me dejaron despedirme de ti, ni a ti de mi. Tus asesinos siguen en libertad. Si no hay justicia, para qué vivir, no quiero vivir.
Tan solo tenías 21años y muchos proyectos de futuro en tu país, libre de la ocupación, libre de colonos hambrientos de sangre, como los que te asesinaron y te hicieron agonizar de comisaría en comisaría y peregrinar de hospital en hospital sin recibir ni la menor muestra de humanidad.
Mohamed Lamin fuiste agredido en El Aaiún, la ciudad que te vio nacer, jugar, correr… Te hirieron de muerte aquel fatídico día, el 31 de enero, eran cinco colonos marroquíes que trabajaban en una tienda cercana a tu casa. Desde que llegaron a nuestra tierra no han traído más que dolor y penuria a nuestras vidas.
Hijo, sé que sufriste porque recibiste golpes y pedradas en el pecho y los brazos, pero el ensañamiento de tus asesinos lo demuestran la herida grave que te asestaron en el cuello con unas tijeras. ¿Cómo puede haber tanta crueldad contra niños indefensos como tú?
También las mujeres sufrimos la violencia cada día en nuestras casas, en nuestros barrios, pero nunca me imaginé que podían arrancarte de mi lado así. Hoy sufro por ti, por mí y por todos los que cada día son agredidos por el solo hecho de decir que son saharauis, que aman la libertad como tú la amabas.
Vuelvo a cerrar los ojos con extenuación apagada. Quiero recuperar tu imagen, tu imagen feliz, no la imagen ensangrentada. Te escucho reír, jugar con tu hermano Seifeddin (18 años), eras el ejemplo para él, su compañero inseparable. También veo al pequeño Darrag (8 años), te echa de menos y no entiende que ya no estás. No puede entender lo que sufriste en tu agonía. Ya no estás para cogerle de las manos y hacerle girar alrededor de tu cuerpo mientras él se tronchaba de la risa. Te siguen esperando cada día.
Me llaman madre coraje por mi huelga de hambre reclamando justicia, quisiera no serlo para que tú estés aquí, conmigo.
Cierro mis ojos otra vez porque sólo así:
Borraré de mi mente
las penas del exilio
Volveré a amar la vida
cuando tú vuelvas, hijo”.