Por Isabel Lourenço – 18 de septiembre, 2015 (porunsaharalibre.org)
Deambulan por toda Europa y otros continentes, hijos e hijas de las nubes que se encuentran en una situación única en el mundo.
Los llaman los hijos de las nubes, saharauis, nómadas por naturalez, porque durante siglos han seguido las nubes en el desierto del Sahara en busca de pastos y agua para los camellos y cabras.
Después de 40 años de ocupación feroz y sangrienta del Reino de Marruecos en el Sáhara Occidental, antigua colonia española, conocida como su provincia 53, el Sahara Occidental permanece en la lista de países de la cuarta Comisión de Descolonización. El referéndum de autodeterminación se pospone continuamente por imposición de Marruecos y el pueblo saharaui se encuentra separado y aislado por el muro de separación más grande del mundo, con 2,720 kilómetros.
Continúan siendo hijos de las nubes, pero lo que buscan no es el agua, lo que buscan es la paz, su patria y justicia.
Los llaman los refugiados cuando viven en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en el sur de Argelia, donde cerca de 300.000 saharauis sobreviven hace ya 40 años en las condiciones más inhóspitas imaginables, en el desierto de la muerte.
No les llames nada cuando viven en los territorios ocupados por el Reino de Marruecos, ignorados y silenciados por la comunidad internacional, no son noticia cuando son secuestrados, torturados, asesinados, son como fantasmas para los medios de comunicación que los ignora dejando así a Marruecos continuar lentamente el genocidio que comenzó con la invasión en 1975 y los bombardeos con fósforo blanco y napalm.
Les llaman pateros (personas que llegan en patera a Europa) cuando llegan a las costas de Lanzarote, huyendo del infierno de los territorios ocupados. Algunos llegan vivos otros muertos, desde hace décadas … pero no salen en televisiones, ni radios, ni periódicos. Los cuerpos que flotan en la parte posterior de las islas españolas parecen no tener el mismo interés que otros. Los niños, las mujeres y los hombres saharauis no generan audiencia en las noticias.
Los llaman, inmigrantes ilegales indocumentados cuando trabajan en Europa. En Burdeos hay un grupo de unos 300 saharauis que viven bajo un puente desde hace 3 años, refugiados, pero ignorados… siempre silenciados.
El infierno de estos refugiados que no tienen el estatuto de refugiados, que son ignorados desde hace 40 años no tiene final a la vista. La resistencia pacífica absolutamente única y ejemplar de los saharauis no es noticia.
Mucho se debate y se habla ahora de los refugiados, en las causas, en las consecuencias y en las posibles soluciones, con disgusto y repugnancia veo que una vez más se ignora a los saharauis, silenciados se transforman en fantasmas, existen los mecanismos necesarios para detener el sufrimiento de este pueblo, evitar esta tragedia, pero el cinismo impera, los intereses geoestratégicos y alianzas se superponen una vez más a los derechos humanos, la dignidad y la justicia.
Raabub tenía un año de edad cuando su familia huyó a los campamentos de refugiados de Tinduf, una niña querida e inteligente que salió de los campos con poco más de 13 años para ir a estudiar a Cuba. Más de una década separada de su familia en un país que la acogió como una hija, a ella y muchos como ella, nunca perdió su identidad saharaui, por el contrario, reforzó su identidad y su afán de liberar a su país, para recuperar el derecho a pisar la arena de su tierra natal, para abrazar a sus familiares que nunca han visto, porque viven en la mayor prisión al aire libre en el mundo, el territorios ocupados del Sáhara Occidental.
Llegó a Portugal, como médica, pero tuvo que servir mesas, limpiar casas, vender bicas en un café antes de poder ejercer su profesión, el azar y la vida la llevaron al País Vasco, donde vive con parte de su familia. En su casa, así como el hogar de todos los saharauis, no carecen de refugio, ni de comida ni de cariño para todos los que los visitan, permaneciendo allí una noche o varias, dos o tres meses, saharauis viajantes, en ese largo viaje que parece no tener fin en busca de su país.
Raabub sonríe, tiene una de las sonrisas más hermosas que conozco, una sonrisa que calienta el alma y restaura la fe en la humanidad, calma y dignidad tan típica de saharaui y la certeza inquebrantable de que el día de la victoria llegará.
Ali nació en los territorios ocupados, era marinero en el momento de la ocupación española, fue enfermero durante la guerra, trabajando bajo las balas y las bombas, fue fotógrafo después del alto el fuego en 1991, y muchas más cosas. Vivió en los territorios ocupados, en los campamentos y en Europa.
Hijo de las nubes deambula para ganarse la vida ente los territorios ocupados, los campos de refugiados y Europa, viviendo en un coche, en una tienda de campaña, en la casa de un amigo, no sigue las nubes, sigue los cultivos, en busca de trabajo donde puede, con una preocupación constante . Es inteligente y ávido de conocimientos, tiene la sabiduría de alguien que sufrió y sufre «lo que no está escrito,» pero no desanima. Después de un duro día de trabajo en el campo intercambia palabras, ideas y sueños, recuerdos y esperanzas con los amigos, sabe lo que está pasando en el mundo, lee a poetas y escritores, entiende de geoestratégica y política universal, tiene ansia de vivir y discutir, aprender y evolucionar, siempre con una sonrisa y una dulce voz con la que describe las estrellas y lagos, los hijos, la familia, listos para ayudar.
Su viaje es una huida y una búsqueda, ¿refugiado? ¿De quién?¿ Quién le da refugio?
Mohamed es joven, expreso político, uno de los primeros en la resistencia pacífica, el hijo de una familia de resistentes, de activistas, sufrió la tortura, el racismo, el apartheid político, social y económica en los territorios ocupados. Ha sido taxista, marinero, pescador… se estremece por dentro cada vez que ve un coche de policía en las calles de España donde reside ahora. Sabe que nadie le va hacer daño aquí, pero tuvo una vida de terror y secuestros en los territorios ocupados.
Un joven que nunca pierde la oportunidad de estudiar, de aprender, un ejemplo de vida, honesto y trabajadora, con una risa refrescante que aleja la tristeza.
Cuando habla de las noticias que escuche de El Aaiún (capital del Sáhara Occidental) de los secuestros, las detenciones, de los ataques contra activistas de derechos humanos, casi siempre termina con la frase: “ya sabes, es la ocupación”. Y todo está dicho, el horror es la ocupación.
¿Refugiados? Todos ellos, pero ¿de quién? ¿Quién habla de ellos? ¿Quién olvida y quien silencia?
¿Y tú? ¿También los olvidas?