Fuente: M’Sur / Por Karlos Zurutuza
El Aaiún (Sahara Occidental) | Septiembre 2015
Ahmed Ettanji busca piso en el centro de El Aaiún. Se conforma con que tenga una azotea con vistas a la plaza que acogerá la próxima manifestación pro-saharaui.
“Las azoteas son esenciales para nosotros porque sólo desde allí podemos documentar la brutalidad de la policía marroquí”, explica Ettanji. Este joven de 26 años es uno de los líderes del Equipe Media, un grupo de voluntarios saharauis que luchan por romper el bloqueo informativo impuesto por Rabat en el territorio del Sáhara Occidental.
“Aquí no hay agencias de noticias y a los periodistas extranjeros se les niega el acceso, e incluso se les deporta si visitan la zona”, añade el activista. Luís de Vega es uno de entre muchos informadores extranjeros que pueden corroborar dicho testimonio. De Vega fue expulsado en 2010 tras pasar ocho años de corresponsal en Marruecos, y declarado persona non grata por las autoridades marroquíes.
“No tenemos formación, por lo que estamos aprendiendo periodismo sobre el terreno”
“La cuestión del Sahara Occidental es uno de los temas más delicados para los periodistas en Marruecos y los que se atreven a cubrirlo se enfrentan inevitablemente las consecuencias”, explica el periodista al teléfono. Hoy establecido en Madrid, dice estar “plenamente convencido” de que el suyo fue un castigo ejemplarizante, tratándose del corresponsal extranjero que más tiempo había pasado en Marruecos.
Este año se cumplen cuatro décadas desde que el territorio fue anexionado por Rabat tras la retirada de España de lo que fue su última colonia, una inmensa área desértica – casi la mitad de la Península Ibérica, pero con apenas medio millón de habitantes – . Desde el alto el fuego firmado en 1991 entre Marruecos y el Frente Polisario, Rabat controla casi todo el territorio, pero Naciones Unidas todavía considera el Sáhara Occidental un “territorio en proceso inacabado de descolonización” y reconoce al Frente Polisario como representante legítimo del pueblo saharaui.
Mohamed Mayara, también miembro del Equipe Media, acompaña a Ettanji en su búsqueda de azotea. Como la mayoría de sus colegas, Mayara afirma haber sido detenido y torturado en varias ocasiones. El constante acoso no parecer haber menoscabado su entusiasmo, aunque admite limitaciones además de las inherentes a toda actividad clandestina:
“Creamos el primer grupo en 2009 pero la mayoría de nosotros trabajamos por puro instinto. No tenemos ninguna formación por lo que estamos aprendiendo periodismo sobre el terreno”, apunta este saharaui nacido en 1975, el año de la invasión marroquí, y que redacta los informes y comunicados de prensa en inglés y francés. Su padre, dice, desapareció en manos del ejército marroquí dos meses después de su nacimiento. No ha sabido nada de él desde entonces.
Represión sostenida
La mayoría de los saharauis viven hoy en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia occidental. Los miembros del Equipe Media dicen mantener una “comunicación fluida” con los dirigentes de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), proclamada desde Tinduf, y que controla una pequeña parte del territorio en liza. Además de compartir todo el material, también trabajan codo con codo junto a Hayat Khatari, la única periodista informando abiertamente para RASD TV.
“Asumimos muchísimos riesgos para contrarrestar la propaganda difundida por Rabat”
A sus 24 años, Khatari recuerda que empezó a trabajar tras los incidentes del campamento de protesta de Gdeim Izzik, a las afueras de El Aaiún. Originalmente levantado como un campamento de protesta pacífica, Gdeim Izzik desembocó en disturbios que se extendieron a otras ciudades saharauis cuando fue desmantelado por la fuerza tras 28 días, en noviembre de 2010.
“Tenemos que trabajar muy duro y asumir muchísimos riesgos para poder contrarrestar la propaganda difundida por Rabat sobre todo lo que ocurre aquí”, subraya Khatari. La joven activista recuerda que fue detenida por última vez en diciembre de 2014. A diferencia de Mahmood al Lhaissan, su predecesor en RASD TV, Khatari fue puesta en libertad al poco de su arresto.
En un informe publicado el pasado marzo, Reporteros sin Fronteras recoge el caso de al Lhaissan. El activista fue puesto en libertad provisional el 25 de febrero tras ocho meses en prisión por cubrir una manifestación. Aún espera juicio por cargos de participar en una “reunión armada,” obstruir la vía pública, daños a la propiedad y agredir a agentes de seguridad durante el desempeño de su labor.
A pesar de repetidas llamadas telefónicas y correos electrónicos, las autoridades marroquíes se negaron a responder sobre éstas y otras violaciones de derechos humanos presuntamente cometidas en el Sáhara Occidental.
En el centro de El Aaiún, los activistas del Equipe Media parecen haber encontrado lo que buscaban. Los propietarios del apartamento en cuestión son una familia saharaui, como no podía ser de otra manera.
“Nunca pediríamos a un marroquí tal cosa”, acota Ettanji desde la azotea, y sin quitar la vista del escenario de la próxima protesta. La fecha y el lugar exactos, dice, no pueden ser desvelados “por razones obvias”.
Las mujeres toman la calle
“Empezamos a organizarnos en 2009 y hoy contamos con 60 miembros activos, un comité ejecutivo de 16 y centenares de colaboradores”, explica Lamin, madre de un preso político. El objetivo, añade, es “la reivindicación de los derechos fundamentales del pueblo saharaui a través de la lucha pacífica”.
“Nací con los españoles”, recuerda esta mujer de 54 años, que asegura “no haber conocido más que brutalidad” a manos del Gobierno marroquí. “Nos golpean y detienen, entran en nuestras casas y se llevan a hombres, mujeres, e incluso niños menores de 15 años… Aquí no conocerás a ningún saharaui que no haya sido maltratado por la policía, ni familia que no haya perdido a uno de los suyos”, asegura Aza Amidan, hermana de un preso político. La activista de 34 años añade que la misma fundadora y actual líder de la organización, Zukeine Ijdelu, pasó 12 años en la cárcel.
Precisamente, una de las labores principales del Foro de Mujeres Saharauis es la asistencia moral y económica a aquellas que han sufrido la cárcel, tanto en carne propia como la de sus más cercanos. Amidan aporta más detalles: “Hacemos colectas entre la comunidad para ayudar a las afectadas porque la mujer es siempre la que más sufre, tanto si la detienen a ella como a sus familiares; ellas son las que han de sostener a la familia, con o sin sus maridos”, señala la activista.
A sus 62 años, Fátima Hamimid es una de las activistas más veteranas del Foro. La tortura, dice, es algo que se puede llegar a superar. Pero hay otros agravios que resultan “irreparables”.
“El taller de hoy buscaba concienciar a las nuevas generaciones sobre la asimilación cultural de nuestro pueblo a manos de Rabat. Marruecos busca negar nuestra existencia borrando nuestra propia historia incluyéndola en la suya propia”, denuncia Hamimid. Entre los métodos de acoso figura la prohibición de levantar la tienda tradicional saharaui, el acoso a las mujeres por su vestimenta, fácilmente distinguible por su colorido, o el veto de dar a los recién nacidos nombres que se asocian a los de disidentes históricos saharauis.
“Esta es otra de las razones que nos impulsa a organizar y tomar parte en manifestaciones”, subraya Hamimid. Las protestas pacíficas, explica, son otro eje de actuación importante de este colectivo
Destaca el caso de Takbar Haddi, quien condujo una huelga de hambre durante 36 días frente al Consulado de Marruecos en Gran Canaria, que culminó con la hospitalización de la saharaui el pasado mes de junio. Haddi sigue exigiendo que le entreguen el cadáver de su hijo, Mohamed Lamin Haidala, apuñalado en febrero en El Aaiún, y que se investiguen tanto las circunstancias del crimen como la presunta negligencia de los médicos que le atendieron. Familiares cercanos aseguraron que habían rechazado una oferta económica de Rabat a cambio de su silencio.
“Hay quien piensa que ser libre es, simplemente, no estar en la cárcel, o no ser torturado”, explica Hamimid, apurando la última de las tres tazas de te que marca la tradición saharaui. “Nosotras, las mujeres saharauis, entendemos el concepto en su totalidad”.