Fuente: kazetariakavpeke
El pasado 29 de enero se inició una nueva campaña de investigaciones culturales en los “territorios liberados” del Tiris (Sahara Occidental), un espacio gestionado por la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Se trata de la XX Campaña de Exploraciones científica en el Sahara Occidental que promueve y subvenciona el Departamento de Educacion, Política Lingüística y Cultura del Gobierno Vasco.
Es, sin duda, una experiencia única y pionera de cooperación investigadora y salvaguarda del Patrimonio Cultural de la Humanidad en una zona desfavorecida, complicada, difícil para trabajar pero de una riqueza patrimonial fuera de toda duda.
Durante todo el mes de Febrero, un equipo de investigación vasco-saharaui, dirigido por el profesor de Prehistoria de la UPV/EHU Andoni Sáenz de Buruaga recorrerá las tierras del Tiris, a unos 1.000 km de los Campamentos de Refugiados de Tinduf (Argelia) en busca de vestigios del pasado que nos ayuden a conocer y entender la historia de la humanidad.
El objetivo es compatibilizar investigación científica y cooperación humanitaria desde la Cultura. Entender la Cultura como un vector de solidaridad más entre el Pueblo Vasco y el Pueblo Saharaui.
Andoni Sánez de Buruaga, frente a un panel de pinturas prehistóricas saharianas
Personalmente, declara Andoni Saénz de Buruaga, entiendo la Cultura con el conjunto de conocimientos y enseñanzas que cualitativamente nos han singularizado a los humanos como especie biológica. Se trata, por lo tanto, de los documentos materiales e inmateriales que nos han diferenciado como colectivos sociales con personalidad en las diferentes partes de la Tierra. Por ello, el registro, el cuidado y la ordenación de estas expresiones del pasado constituye una empresa tan relevante como necesaria.
P: ¿Que te ha llevado a impulsar y dirigir este proyecto?
R: Como estudioso del pasado, tenía un interés científico en esa parte del Occidente del Sahara, merced a que durante mi formación en Francia como especialista en industrias talladas tuve la oportunidad de apreciar y analizar series de utensilios originarios del desierto argelino que, por su elevada antigüedad y excepcional dispositivo tecnológico, me hicieron plantear numerosas preguntas y el deseo de conocer e indagar en los contextos originales de donde provenían.
Y, por otra parte, se unía a ello mi particular sensibilidad humana con la situación que durante décadas viene sufriendo el Pueblo Saharaui: con un territorio y una sociedad fragmentados por un “muro” construido por las fuerzas marroquíes en el transcurso del conflicto bélico que siguió a la salida española de aquellas tierras en 1975.
P: ¿Que “tesoros” estáis encontrando allí?
R: Nuestros “tesoros” son la diversidad de expresiones culturales del pasado. Nuestro propósito no se limita a localizar “lo más” o “lo mejor” o “lo único”. En coherencia con nuestro planteamiento integral e integrador de la Cultura, y dejando de lado las apetencias personales por algunos de los temas propios de nuestra especialidad, registramos la pluralidad del antiguo patrimonio cultural del Sahara Occidental. Y ello con un doble propósito: el conservarlo y el comprender cuál y cómo ha sido la dinámica del proceso histórico.
P: ¿Que secretos alberga el desierto?
R: El Sahara es un territorio grandioso por su extensión, por su severa y extrema climatología, por su selectiva capacidad de adaptación a las especies menos exigentes,… Y, en la misma medida, es exuberante en la proliferación de gestos humanos del pasado. Raro es el rincón sahariano en el que no se halle un testimonio de la Antigüedad… Pero, lógicamente, la lectura del medio en aras a buscar y comprender la presencia de esas expresiones, requiere de una particular metodología, de un aprendizaje y ensayo, que difieren sustancialmente de la que aquí, en nuestras latitudes, habitualmente usamos.
P: ¿Que te gustaría encontrar?
R: Si tuviera que optar por un “tesoro”, elegiría algo que fuera relevante para la ciencia del pasado y que, simultáneamente, supusiera un medio de impulsar internacionalmente el conocimiento de la situación territorial y política del Sahara Occidental.
P: Eres profesor e investigador, ¿qué es lo que más te está sorprendiendo? ¿Te están emocionando los hallazgos?
R: Estos años de trabajo han marcado un salto cualitativo en el conocimiento del pasado de la región del Tiris, que es la zona en donde se focalizan nuestras investigaciones.
De ser un espacio prácticamente ignorado, merced a nuestros trabajos podemos afirmar que hoy es una de los espacios del Occidente del Sahara mejor conocido por la riqueza de su patrimonio arqueológico. Esta alta densidad de expresiones de la Antigüedad que hemos localizado es, ciertamente, lo que más me ha sorprendido.
Para cualquier amante de estos temas, cuando descubres esas antiquísimas producciones humanas, la emoción es consustancial con el hecho y te embarga plenamente.
Es más, me atrevería a decir que difícilmente pudiera realizarse la búsqueda de los testimonios de la Antigüedad sin la emoción y la fascinación que supone el aproximarse a otras épocas desconocidas del pasado.
Un deber patrimonial, social y científico
P: ¿Qué valor añadido tiene para nuestro País, para Euskadi y para la Humanidad esta vía de investigación?
R: La experiencia que realizamos es pionera en todo el Occidente sahariano, en un espacio de varios millones de km². Lo que significa que estamos trazando un camino a seguir de cara al registro, la salvaguarda y el cuidado de los bienes del patrimonio cultural en países y territorios con serias dificultades para poder llevar a cabo con solvencia estos programas. Estamos construyendo un modelo, un ejemplo de tratamiento, cuya trascendencia, estoy convencido, que tendrá su reconocimiento en años venideros.
A ello, hay que añadir que se trata de la mejor aportación solidaria que, desde la Cultura, podemos hacer, en estos momentos, al Sahara Occidental; la falta de reconocimiento internacional de este territorio, sitúa a su patrimonio en una compleja situación de desamparo e indefensión.
Evidentemente, esto es algo que afecta al Patrimonio de la Humanidad. Debemos esmerarnos en recuperar esos testimonios del pasado antes de que sea irremediable, y legarlos a las generaciones del futuro. Como personas que formamos parte de las ciencias de las sociedades y de las culturas, cumplimos, pues, con un deber patrimonial, social y científico.
P: ¿Valora el pueblo saharaui y sus dirigente este trabajo de colaboración?
R: De ello, no tengo la menor duda, pues es un reconocimiento que nos han venido expresando continuadamente. Para los saharauis y sus dirigentes, no se trata solamente de una labor esencial para conocer, transmitir y conservar los testimonios de su pasado, sino que, como lo han remarcado, este Proyecto es para ellos prioritario de cara a la defensa cultural y política de su causa.
P: ¿La falta de medios, de recursos, las dificultades por las que atraviesa el pueblo saharaui le resta efectividad a vuestro trabajo?
R: Trabajar en el desierto es siempre dificultoso: la adversa climatología y el complejo medio fisiográfico suponen, de partida, contrariedades con las que debe de acometerse cualquier programa sobre el terreno.
En el caso del contexto saharaui, además, la situación se agrava notablemente por las limitaciones y carencias en infraestructura básica. Así, por ejemplo, las restricciones de gasóleo condicionan los desplazamientos a efectuar y, en ocasiones, alteran seriamente los programas teóricos planteados, debiéndose acompañar las misiones siempre de otros programas alternativos en previsión de este tipo de contingencias. Y, de paso, piénsese en los vehículos que utilizamos para hacer nuestras travesías de varios miles de km por pistas y campo a través: se trata de todoterrenos que, en cada caso, superan los 18 años de vida y acumulan muchos cientos de miles de km de recorrido. Y aquí, en el desierto, no hay garajes para solventar problemas mecánicos o eléctricos, ni para cambiar unas más que desgastadas y alisadas ruedas de que vienen dotados…
Sin embargo, como suelo recordar a los miembros del equipo, lo importante de hacer nuestra labor no se cifra solamente en obtener unos buenos resultados, sino en el tener conciencia de los medios de que disponemos para ello, de haberlo conseguido con nuestras posibilidades.
Unos medios de los que, por otra parte, estamos muy agradecidos, pues son los que buenamente pueden ofrecernos las autoridades saharauis.
Sin duda que con otra serie de recursos pudiéramos ser más eficientes y agilizar nuestras tareas, pero somos conscientes de donde nos encontramos y el esfuerzo añadido que ello conlleva. Mas, como señalaba, no nos queda sino agradecer el esfuerzo que a favor de este Proyecto realizan las autoridades saharauis con lo que está en sus manos.
P: Estas trabajando con colegas vascos y saharauis, ¿es difícil acompasar conocimientos, técnicas, ritmos….?
R: Desde que comenzamos esta experiencia en 2005, nuestro planteamiento fue el crear un equipo mixto vasco-saharaui para conducir los programas de investigación patrimonial sobre el terreno. Y estoy convencido que en la constitución de este grupo descansa una buena parte de los éxitos logrados.
Ciertamente que somos diferentes, con ritmos, formaciones y experiencia muy distinta, pero ello no ha sido obstáculo para trabajar colectivamente. Nuestros objetivos son los mismos y, por lo tanto, todos debemos caminar en la misma dirección.
Nuestro conocimiento del pasado es eurocéntrico
P: Tu especialidad es la prehistoria, ¿desconocemos más de los que sabemos del pasado, nos queda aún un largo camino de descubrimientos?
R: Soy prehistoriador, o mejor arqueólogo de la Prehistoria, por formación y pasión. La Prehistoria es una disciplina científica social relativamente joven: de en torno a los 150 años de existencia. En este tiempo transcurrido, los descubrimientos de situaciones anteriores a la etapa histórica han sido de tal relevancia que nos han procurado una dimensión renovada de nosotros mismos. La progresiva incorporación de recursos técnicos de otras ciencias ha sido capital en el proceso de comprensión rigurosa de los antiguos procesos sociales de la humanidad, y evidentemente ello ha incidido espectacularmente en la metodología orientada a la búsqueda y tratamiento de los yacimientos. Ciertamente, hoy sabemos mucho de algunos episodios de nuestro pasado, pero seguimos teniendo sustanciales carencias de lo acaecido durante importantes períodos.
Por otra parte, se debe añadir a ello una puntualización: y es que nuestro conocimiento del pasado es fundamentalmente europocéntrico, salvo, como es lógico, de aquellos sujetos “foráneos” que por su entidad han marcado hitos de relevancia en la gran aventura intelectual de la Humanidad. Esto, evidentemente, supone una restricción en la construcción del marco teórico que se propone.
Estoy convencido de que África posee un potencial extraordinario de gestos del pasado, pero las dificultades y limitaciones de la inmensa mayoría de sus países les impide contar con unos servicios sólidos y eficientes para la recuperación y el análisis de los bienes patrimoniales del pasado. En este sentido, una pequeña prueba la aportan nuestros hallazgos en la parte que estudiamos del Tiris. Aquí, antes de 2005, las referencias arqueológicas conocidas sumaban poco más de dos docenas; hoy, disponemos de más de 1000 yacimientos arqueológicos inventariados y más de 6000 monumentos arquitectónicos prehistóricos identificados.
P: ¿Te seduce más la prehistoria que la modernidad y tiempos actuales?
R: No tengo la menor duda de que mi mente e imaginario se encuentran mejor en el pasado que en la modernidad.
Por una parte, por lo que significa la historicidad como dinámica intelectual de comprensión de nuestro presente desde el pasado: ¿cómo vamos a entendernos a nosotros mismos, si no lo es conforme a lo que ha sido nuestro proceso histórico?
Y, por otra parte, por lo que genera de atracción y ensueño por unos modelos sociales más armónicos y coherentes con la naturaleza, y, en este sentido, más originales que el de nuestro presente inmediato.
P: ¿En qué medida el pasado puede ayudar a construirnos individual y socialmente?
R: El pasado es la sombra –en construcción positiva- del ser humano, algo que nos acompaña permanentemente, que no tiene otra lectura al margen de nosotros, que es consustancial con nuestra existencia. No hay presente sin pasado: nosotros somos la consecuencia de ello.
Lógicamente, saber valorar cómo ha sido nuestro proceso intelectual, indagar los avatares y circunstancias de que se ha acompañado, apreciar los ensayos y modelos de adaptación que hemos desarrollado como Humanidad,…, creo que supone una exquisita y pertinente enciclopedia para orientarnos y conducirnos mejor, colectiva e individualmente, en nuestra trayectoria futura.
La Comunicación es un vehículo de aproximación a los demás
P: ¿El desarrollo tecnológico, las nuevas tecnologías y tendencias son una ayuda o nos alejan de un conocimiento más profundo del ser humano y la historia de la Humanidad?
R: El desarrollo, por definición, es una mejora, un avance. La tecnología es una extraordinaria creación -y perfección- humana. Ahora bien, además de atributos y beneficios utilitarios, pragmáticos y materiales, debiera asimismo entenderse y orientarse a mejorar al ser humano, como entidad ontológica, como individuo y como parte de un colectivo social. Sería dramático que nos desagregáramos de aquello que sensiblemente nos ha singularizado como seres reflexivos, y dejáramos emerger la ignorancia.
P: ¿Cómo entiendes la Comunicación Andoni? ¿Qué valor le das en tu trabajo y en tu vida?
R: La Comunicación es la capacidad de transmitir ideas, pensamientos, información en general. Hoy en día supone, sin duda, uno de los sólidos pilares en que se asienta nuestro marco de relaciones sociales e interculturales: un vehículo, por lo tanto, de aproximación multidimensional a los demás.
En nuestro trabajo, la transmisión de los avances y conocimientos logrados constituye un deber para con la comunidad científica y con la sociedad. Y, muy especialmente, me gustaría remarcar, con la sociedad saharaui: intentando aquí superar las carencias que ellos tienen a efectos de medios telemáticos de comunicación por otros soportes más acordes con su realidad, como libros y, en general, textos editados en papel, que pueden facilitar y aproximarles nuestra experiencia.
La Comunicación, en consecuencia, es una exigencia inherente a nuestro Proyecto. En este sentido, nuestro compromiso de transmisión con la sociedad y con la ciencia es incuestionable.
Por ello, yo siempre estaré dispuesto a informar y comunicar, en el marco que fuere, toda la labor que venimos desarrollando en el Sahara. En este sentido, quizás nuestra página «www.kultursahar.org» pueda resultar un buen instrumento de información básica para todo interesado.
P: ¿Que podemos hacer los/as periodistas para ayudar a científicos/as e investigadores como tú?
R: Los periodistas sois una pieza capital en el proceso de comunicación y difusión de las informaciones.
A veces, uno tiene la sensación que la información se mueve bajo cánones altamente interesados: por una coyuntura determinada, por una adecuación a unas modas, por un impacto particular de un hecho,… En este contexto, las tareas como las que nosotros llevamos a cabo, y que requieren de unos ciertos plazos temporales de desarrollo, difícilmente pueden ocupar una plaza digna dentro de esa mecánica en la que la inmediatez y la novedad suelen jerarquizar habitualmente la prioridad de la noticia.
¿Cómo ayudarnos? En nuestro caso, pienso que una reflexiva lectura y comprensión de la Cultura y de sus bienes patrimoniales como instrumentos al servicio de la Humanidad, y como vehículo solidario para la salvaguarda y protección del legado histórico del Sahara Occidental, pudieran quizás ayudarnos a que nuestra labor sea conocida y difundida más ampliamente, superando los límites de nuestras fronteras.
P: ¿Que claves necesitamos para ser felices y salvarnos como Humanidad?
R: La cuestión que planteas me resulta ciertamente difícil de responder. Quizás, una de las claves pueda encontrarse en el viejo aforismo “conócete a ti mismo”. Creo que es muy importante y necesario mirarse introspectivamente a uno mismo para tener una idea relativa de la plaza que, particular y colectivamente, ocupamos, y, en consecuencia, tener la oportunidad de apreciar en los “otros” defectos y virtudes muy similares a los nuestros. Y, junto con ello, abundar en el sentimiento de empatía o de afección hacia el prójimo.
En otras palabras, creo que nos dignificamos como seres humanos cultivando la humidad, la generosidad y el deseo de ver en el “otro” lo que quisiéramos que vieran de nosotros mismos.