El juicio civil del grupo de Gdeim Izik comenzó hoy en el tribunal de primera instancia de Sale (Rabat).
Varias docenas de observadores, abogados, juristas y activistas de derechos internacionales asistieron al juicio.
Los 21 presos entraron en la sala gritando consignas y vestidos con daraas (traje tradicional saharaui)
Inmediatamente fueron colocados en un lugar rodeado de vidrio lo que les impedia escuchar lo que se decia en el juicio.
Durante casi nueve horas, con pequeñas pausas de varios minutos, el inicio de este juicio se centró en cuestiones relacionadas con los nuevos abogados de la acusación, la presencia de abogados extranjeros y los procedimientos técnicos para la traducción.
A dos de los abogados franceses se les permitió integrar la defensa debido al acuerdo existente entre Francia y Marruecos, pero el juez no permitió que utilizasen el micrófono siendo uno de los abogados de defensa local quien hizo la traducción en el micrófono.
A las familias de los presos no se les permitió la entrada al juicio ni los traductores saharauis, quedando la traducción simultánea a cargo del tribunal que tenía cabinas de traducción para Inglés, francés y español.
La sala estaba llena de militares, policías y agentes de paisano, además de civiles marroquíes.
El juicio se aplazó al 23 de enero, con la justificación, de que Mohamed Ayoubi no estaba presente, Ayoubi está en libertad condicional, y recordamos que Abderramán Zeyou y Taki El Machdoufi, que fueron liberados en 2013, también fueron llamados para ser juzgados nuevamente y estaban en tribunal.
A pesar de los abogados haber expuesto todos los motivos para que los presos esperasen el juicio en libertad los mismos no fueron aceptados.
El abodado francés de la defensa mencionó en varias ocasiones la decisión del Comite de Prevención de la Tortura de la ONU, que fue rechazado por el juez alegando que no estaría dentro de las posibles justificaciones de libertad condicional de los presos.
A lo largo de la semana la televisión marroquí hizo campaña para tratar de dar la idea de que se trata de criminales y no presos políticos, hasta el punto de afirmar que si los prisioneros no entrasen gritando consignas verían reducidas sus condenas.