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PUSL.- Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, decidimos dedicar una mención de honor a las mujeres de la familia Khaya.
Son el rostro de las mujeres saharauis que sufren humillaciones, agresiones, violencia pero resisten y no se rinden, mujeres valientes, decididas, incansables en su camino hacia la libertad de su país.
Bajo asedio policial en casa cerrada hace 110 días, desde el 19 de noviembre de 2020, víctimas de agresiones diarias por parte de las autoridades de ocupación marroquíes.
Son parte de este rostro de la Mujer Saharaui, que está compuesto por niñas, jóvenes, ancianos, hijas, madres, abuelas, generaciones de mujeres respetadas por los saharauis donde la violencia de género es tabú, pero mal tratadas y oprimidas por el ocupante marroquí.
Mientras que en la cultura saharaui, golpear o agredir a una mujer, ya sea física, psicológica o verbalmente, es un deshonor para cualquier hombre, los ocupantes marroquíes, los empleados del estado ocupante, ya sean policías, militares, paramilitares, profesores o médicos y enfermeras, hacen gala de contribuir a la brutal represión de las mujeres saharauis.
Podríamos hablar de decenas, si no cientos, de mujeres más en los territorios ocupados, pero debido a la situación reciente y las agresiones diarias y al hecho de que en la casa de Sultana solo viven mujeres y niños, no podíamos dejar de resaltar este caso.
También queremos saludar a las valientes mujeres de los campos de refugiados, que están reinventando su supervivencia diaria con recortes en la ayuda humanitaria, en medio de la pandemia mundial y con la vuelta a las armas desde el pasado mes de noviembre tras la violación del alto el fuego por parte Marruecos.
En la diáspora, las mujeres saharauis se multiplican en la ardua tarea de recaudar fondos para los campamentos y denunciar la situación en actos de solidaridad, en manifestaciones y en conferencias.
Las mujeres, hijas y madres de los presos políticos saharauis, que sufren un calvario sin fin, con sus familiares torturados en los calabozos marroquíes, en aislamiento, muchas veces sin saber si están vivos o muertos, recorriendo cientos de kilómetros para quedarse horas, días frente a las cárceles a la espera de una autorización de visita.
Cuántas lágrimas derraman estas mujeres en la oscuridad de la noche para que al día siguiente con los ojos secos puedan continuar su lucha.