Por Leandro Albani / La tinta – nuevarevolucion.es
Sultana Khaya y su hermana Luara saben que esas dos horas diarias son momentos de libertad. Suben a la azotea de su casa en Bojador, ciudad de la costa norte del Sahara Occidental ocupada por Marruecos desde hace más de 30 años, y flamean la bandera saharaui. Abajo, muchos de sus vecinos y vecinas salen a la calle, las miran y ellas observan que en ese instante son felices. Pero entre la gente también hay agentes de seguridad marroquíes, vestidos de civil, esperando que caiga la noche. A partir de las horas sin sol, Sultana, Luara y la madre de ambas, de 84 años, sufren el acoso, los golpes y hasta las violaciones de los agentes del reino de Marruecos.
Las tres mujeres hace casi 500 días que están encerradas en su casa, vigiladas por la policía, sin posibilidades de pisar la vereda. Solamente la madre de Sultana puede salir a comprar algunos alimentos para sobrevivir. Nadie las puede visitar; ni siquiera las personas pueden acercarse. Un tío de la familia Khaya vive pegado a la casa, pero los agentes marroquíes le prohibieron entrar a su propio hogar por la puerta principal. El tío de Sultana y Luara debe ingresar a su casa por otra puerta, alejada de la entrada principal de su familia vecina.
Son las cuatro de la tarde en Bojador. Sultana saluda y agradece la comunicación por Zoom. Para ella, sostener esta conversación no es fácil: apenas tiene conexión a internet. Junto a nosotros está Mohamed Ali Ali Salem, representante en Argentina de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que oficia de traductor.
“Este asedio es parte del asedio general que sufre el pueblo saharaui desde 1975, padeciendo y resistiendo –explica Sultana a La tinta-. Es un asedio terrible que estamos sufriendo mi madre, mi hermana y yo, aisladas de familiares, de nuestro pueblo y del mundo, sin luz, sin agua, sin internet. Solo tenemos estos teléfonos, pero tenemos dificultad para poder cargarlos, para tener cobertura. La verdad, es una situación infernal”.
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Sultana Khaya nació hace 41 años en Bojador. A los 27 años, cuando estudiaba en Marrakech, participó en una marcha en defensa de los derechos del pueblo saharaui. Ese día, dos policías la golpearon en su ojo derecho, el cual perdió. Desde hace 500 días, la atención médica que necesita para controlarse está vetada por el reino de Marruecos.
En 2010, Sultana fue la cofundadora de la Liga Saharaui para la Defensa de los Derechos Humanos (LSDDH). Activista reconocida, lideresa entre las mujeres saharauis y defensora de la independencia del Sahara Occidental, el régimen marroquí la interceptó el 19 de noviembre de 2021 cuando se dirigía a Bojador luego de regresar de España. Seis días antes, las fuerzas militares marroquíes habían roto el alto el fuego con el Frente Polisario, representante político y militar de la RASD, en el paso de El Guerguerat, en la frontera con Mauritania. Esa zona estaba bajo el control del Frente Polisario, que respetaba el proceso de paz que, según lo acordado con mediación de la ONU, debía desembocar en un referéndum de autodeterminación que les permitiera a los y las saharauis definir su independencia y terminar la ocupación ilegal de Marruecos sobre el territorio. Durante 29 años, la ONU se desentendió del referéndum pese a ser la organización internacional garante para que se llevara a cabo. Y Marruecos siguió con su represión sistemática en los territorios ocupados, al mismo tiempo que reforzaba la extracción de recursos naturales que no le pertenecen y su comercialización con Europa. Mientras la guerra volvía al desierto del Sahara, Sultana, Luara y su madre iniciaban un calvario que dura hasta estos días.
La situación de la familia Khaya “es mucho más que dramática –remarca Sultana-. Hasta lo que consumimos y comemos es muy precario. No nos permiten tener prácticamente nada. Solo un poco de agua y algunas verduras, pero todo más que racionado. Nos mantienen constantemente con hambre para que no podamos hacer ninguna actividad, incluso para no vivir”.
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El Sahara Occidental es un territorio ubicado sobre las costas africanas del océano Atlántico, tiene una extensión de 284 mil kilómetros cuadrados y es considerado la última colonia de África. El pueblo saharaui, conformado por más de un millón de personas, se encuentra repartido en tres partes. Pese las divisiones impuestas, todos y todas exigen la autodeterminación y el respeto de sus derechos. La ocupación ilegal de Marruecos desencadenó que miles de saharauis tuvieran que exiliarse; otra parte, refugiarse en los campamentos en la provincia de Tinduf, en el sur de Argelia, y el resto vivir en su territorio originario bajo la represión de las fuerzas de seguridad marroquíes.
La historia del Sahara Occidental es también la historia de la colonización europea en África, en este caso, encabezada por España. Y después de la retirada española, en octubre 1975, la historia se escribe con la ocupación ilegal de buena parte del territorio por la monarquía de Marruecos y de la resistencia del Frente Polisario.
Con la ocupación marroquí en el territorio, se inició un plan sistemático de represión, bombardeos militares, persecuciones a activistas y militantes, y negación de la cultura e independencia saharaui. Dentro de injusticia histórica se entienden los sufrimientos que viven Sultana y su familia.
“A esto, se suma la tortura psicológica: golpean ventanas y puertas –explica la activista-. La otra noche escuchamos unos ruidos y nos dimos cuenta de que estaban cerrando la puerta con ladrillos. Estaban convirtiendo nuestra casa en una tumba. Es tal la guerra psicológica que, después de las siete de la tarde, tenemos la certeza de que van a aparecer enmascarados para hacer y cometer sus fechorías. Y esto, de alguna manera, es la muestra clara de que son nuestros enemigos y no escatimarán en nada, ya sea en lo psicológico o físico, para quebrar nuestra resistencia”.
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Desde hace más de un año, Sultana es blanco de los agentes marroquíes: la golpearon, la violaron, le inyectaron veneno, ingresaron a su casa y destruyeron todo a su paso. Mientras hablamos, muestra un moretón reciente en su cuello y también se señala uno de sus brazos. Después, cuenta: “El 27 de febrero, que llegaron unas compañeras y compañeros a celebrar delante de mi casa el aniversario 46 de la República Saharaui, salí y nos reprimieron y torturaron. También torturaron a las otras personas. Pero esto no doblegará ni quebrará nuestra voluntad. Seguiremos reivindicando la independencia y que la República Saharaui recupere la parte ocupada por Marruecos. A la vez que digo esto, remarco que somos personas pacíficas”.
Para Sultana, sin dudas, la paz es subir al techo de su casa y flamear la bandera de la RASD, aunque esto enfurezca a los agentes marroquíes. En ese acto que puede parecer minúsculo, la familia Khaya le muestra al mundo que los derechos del pueblo saharaui son violados por Marruecos de forma permanente.
“Se ensañan con nosotros por ser una familia saharaui y lo harían con cualquier otra familia –asegura-. Mientras permanezca el régimen dictatorial marroquí en el Sahara Occidental, todos los saharauis, en cualquier momento, lo pueden sufrir”.
¿Qué busca Marruecos con esta política represiva? La pregunta, que la propia Sultana se hace mientras hablamos, tiene una respuesta directa: “Quiere meter miedo en el corazón y en el espíritu de los saharauis: que vean lo que nos están haciendo a nosotros, o en el caso de otras familias, para que nadie se atreva a pronunciarse contra la ocupación ilegal marroquí. Pero nosotras, como todos los saharauis, seguiremos luchando y resistiendo, porque ya no queremos nada para nosotras, lo que queremos es para las generaciones venideras”.
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Con un telón de fondo pintado con el cielo de Bojador, las hermanas Khaya flamean las banderas y nadie las detiene. Ni el hambre ni la represión; ni el encierro impuesto ni los peligros por venir. En el techo de su casa, están convencidas, también pueden resistir a la ocupación marroquí.
“En esos momentos siento que soy feliz, porque vivo la independencia. Son momentos de liberación, de independencia –dice Sultana-. Y siento que estoy aportando mi granito de arena a la liberación, no solo de mi ciudad, sino de todo el Sahara Occidental. Son dos horas de libertad y de independencia”.
La activista agrega que “cuando izamos la bandera en la azotea de mi casa, los saharauis salen, se acercan y se sienten, de alguna manera, felices de ver la bandera de la República saharaui hondeando en mi ciudad. Sabemos que estamos en la boca de la hiena, que en cualquier momento nos podría tragar, pero estamos decididas a seguir hondeando la bandera, cueste lo que cueste. Es mucho sacrificio, esfuerzo. Sabemos que al llegar la noche se van a ensañar con nosotras, se van a vengar por ese tiempo en que izamos la bandera en el cielo de Bojador. Pero no nos importan los sacrificios ni nos importa sabernos en la boca de la hiena, porque merece la pena dar la vida por la independencia de mi país”.
Cuando bajan, no importa si a la noche el sueño va a ser difícil de conciliar. O si, en cualquier momento, la casa va a ser ocupada por la fuerza.
“Todos los saharauis son solidarios y nos apoyan. Cualquier saharaui que esté en cualquier sitio, sabemos que está con nosotras. Muchos militantes y activistas tiene vigiladas sus casas, no pueden salir, y es una situación parecida a la nuestra –asevera-. Pero no los dejan parar, los paran a la entrada de Bojador, se violenta a las personas. En cuanto a los que están en Bojador, tampoco nadie puede venir”.
Para el Reino de Marruecos, cualquier método es aplicable para mantener aislada a la familia Khaya. “Nadie puede hablarnos, nadie puede saludarnos, para ellos tenemos que estar aisladas”, cuenta la activista, que agrega que si alguien intenta llegar hasta su casa, puede terminar encarcelado o torturado, o despedido de su trabajo.
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La guerra actual entre el Frente Polisario y Marruecos está silenciada. Muy pocos medios de comunicación se hicieron eco de la situación. El Polisario y su ejército llevan a cabo acciones militares diarias contra las fuerzas ocupantes, sobre todo contra el denominado Muro de la Vergüenza, con una extensión mayor a los 2.000 kilómetros de largo que el régimen marroquí construyó –e infectó de minas antipersonas- para dividir el territorio saharaui.
Sultana es clara al analizar el panorama de guerra, que ya lleva más de un año: “El Frente Polisario, legítimamente, ha emprendido la lucha armada. Quiero la independencia de mi país. Soy activista de derechos humanos, quiero la paz, pero hay que acordarse de que pasaron 29 años donde el Frente Polisario y la RASD, de buena voluntad, han cooperado con Naciones Unidas y su misión en el territorio, la MINURSO. Pero han sido 29 años de pérdidas, donde no se ha conseguido nada ni se ha respetado nada. La propia misión de Naciones Unidas no tiene competencia en nuestra defensa y en la defensa de los derechos humanos. Es una comisión inoperante. Marruecos ha seguido mareando a la comunidad internacional, rechazando el proceso de paz. Y nosotros, con toda buena voluntad, hemos cooperado. Y eso que somos los agredidos”.
El 5 de marzo pasado, una de las hermanas de Sultana intentó ingresar, junto a sus hijos, a la casa en Bojador. Según medios locales, los agentes marroquíes impidieron que esto suceda. Además, sometieron a los familiares a “un minucioso y humillante registro”.
Pese a la represión y la persecución constante en las calles de las ciudades y pueblos saharauis ocupados, la activista apuesta a que el futuro de sus hermanos y hermanas será de libertad y paz. “Somos un pueblo pacífico, pero no podemos ser pacíficos al ser agredidos. Mientras haya ocupación, los saharauis vivirán como estoy viviendo yo y mi familia: con tortura, represión, violaciones, guerra psicológica”.
“El futuro va a ser de libertad, bajo la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática. A partir de ese momento, viviremos en paz con todos los que nos rodean y con los países que están lejos. Mientras tanto, no puedo ver otra forma que luchar y resistir para recuperar la parte ocupada por Marruecos y que, a partir de ahí, reine la libertad y la paz bajo la bandera saharaui”, finaliza Sultana.