Tragedia de Melilla: Marruecos sigue utilizando a los inmigrantes africanos como «moneda de cambio»

BOGOTÁ – La tragedia ocurrida el 24 de junio en Melilla, cuando al menos 23 migrantes africanos fueron brutalmente asesinados por la policía marroquí cuando intentaban entrar en el enclave español, confirma que estos migrantes siguen siendo utilizados como «moneda de cambio» entre Marruecos y España en detrimento de la cuestión del Sáhara Occidental ocupado y del derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, según una contribución publicada en el diario colombiano El Espectador.

Bajo el título «Repudio a la masacre de Melilla«, Beatriz Miranda Côrtes, profesora y directora del Instituto Cultural Brasil-Colombia, retomó el drama de Melilla cuando la policía marroquí hizo un uso desproporcionado de la fuerza contra unos 2.000 inmigrantes que intentaban entrar en el enclave español desde Marruecos, «tres meses después de que Rabat y Madrid reabrieran sus relaciones».

El artículo recuerda que las fronteras entre Marruecos y España se cerraron en 2020 por la pandemia del COVID-19 y en 2021 por las tensiones políticas entre ambos países, vinculadas en particular a la cuestión saharaui.

También recuerda que el Reino de Marruecos estaba utilizando la cuestión de la migración «abriendo las fronteras a los migrantes al enclave de Ceuta» para presionar a España para que apoyara su propuesta en relación con el conflicto del Sáhara Occidental.

Cediendo al chantaje marroquí, el jefe del gobierno español Pedro Sánchez anunció, el 14 de marzo de 2022, su apoyo al llamado «plan de autonomía» marroquí para el Sáhara Occidental, que es, señala el periódico, «contrario a las resoluciones de la ONU y al principio de autodeterminación del pueblo saharaui».

En este contexto, Miranda Côrtes recuerda que el giro del gobierno español en la cuestión saharaui «ha provocado el descontento de la coalición de gobierno y del parlamento en España y ha demostrado que ha habido una decisión unilateral de Sánchez no sólo por no haber consultado al parlamento sino por haber dado un gran giro a la política exterior española».

Y añadió: «Al analizar las matrices de esta marcha atrás (de Marruecos), parece haber un acuerdo tácito para que Marruecos establezca el control sobre esta frontera, un «enclave español en territorio africano que es el único punto de entrada terrestre a la Unión Europea (UE) desde este continente, donde miles de africanos entran cada año para huir de los conflictos armados, las enfermedades y las condiciones de vida, con la esperanza de obtener el estatuto de refugiado».

Volviendo al conflicto de la última colonia africana, el autor considera que «la dramática situación del pueblo saharaui ha surgido a causa de diferentes estrategias geopolíticas que no tienen en cuenta las normas y los derechos internacionales y las resoluciones de la ONU, en particular la resolución número 3437 sobre el establecimiento de un referéndum de autodeterminación».

Y concluye: «Parece que los inmigrantes africanos siguen siendo moneda de cambio para los grandes intereses. Como dijo (el sociólogo portugués) Bonaventure de Sousa Santos: «Para descolonizar el poder, hay que descolonizar el conocimiento».

«Rechazo la masacre de Melilla y las acciones contra el derecho de autodeterminación e independencia del pueblo saharaui», escribe la profesora.