Mientras Marruecos cierra las puertas a periodistas críticos con su régimen y expulsa a aquellos que intentan documentar la realidad del Sáhara Occidental ocupado, abre la alfombra roja a influencers y periodistas de viajes que, a gastos pagos, promueven una imagen idílica de un territorio donde se violan sistemáticamente los derechos humanos. Recientemente, un grupo de creadores de contenido y reporteros de turismo, entre ellos el tiktoker Miguel Mandayo y la periodista Alicia Escribano, viajaron a Dajla, antigua Villa Cisneros, como parte de una estrategia del régimen alauí para consolidar su ocupación y desviar la atención internacional del expolio de los recursos saharauis y la represión a la población autóctona.
Propaganda disfrazada de turismo
El viaje, financiado por la Oficina Nacional de Turismo de Marruecos (ONTM), forma parte de una estrategia que busca posicionar a Dajla como un destino turístico atractivo y desvincularlo del conflicto colonial que atraviesa el Sáhara Occidental desde hace casi 50 años. Mientras estos influencers compartían imágenes de playas paradisíacas y actividades de aventura, la población saharaui continúa viviendo bajo un estado de ocupación, represión y apagón informativo.
Lejos de ser simples «viajes de familiarización», estas visitas encajan en una ofensiva de blanqueo que Marruecos lleva a cabo con la complicidad de ciertos sectores del periodismo de viajes y el marketing digital. La presencia de periodistas como Alicia Escribano, quien argumentó que «los periodistas de viajes vamos allí por turismo, no para hacer juicios ni valoraciones políticas», evidencia la irresponsabilidad de quienes, en su afán por obtener contenido atractivo, omiten conscientemente la realidad política del territorio que visitan.
Ver esta publicación en Instagram
Periodistas expulsados, influencers bienvenidos
Mientras Marruecos promociona estos viajes para influencers, impide el acceso de periodistas que intentan informar sobre la realidad de la ocupación. Recientemente, Francisco Carrión, reportero de El Independiente, y José Carmona, de Público, fueron expulsados de Dajla cuando intentaban realizar su labor periodística. La censura marroquí es una estrategia deliberada para impedir que la comunidad internacional tenga acceso a la situación de los saharauis, quienes son sometidos a represión policial, detenciones arbitrarias y torturas documentadas por organizaciones de derechos humanos.
En contraste, los influencers invitados han optado por no pronunciarse sobre la ocupación y han evitado cualquier referencia a la represión del pueblo saharaui. Miguel Mandayo, por ejemplo, compartió en su cuenta de Instagram imágenes de su paso por Dajla con mensajes como «Un gallego por Marruecos», ignorando deliberadamente que se encontraba en un territorio ocupado según el derecho internacional.
Ver esta publicación en Instagram
La complicidad de quienes callan
La promoción turística de Dajla por parte de estos influencers y periodistas no es inocente: contribuye activamente a la estrategia marroquí de normalizar la ocupación y legitimar la presencia ilegal de Marruecos en el Sáhara Occidental. Como bien señala Abdulah Arabi, representante del Frente Polisario en España, «hacer surf en un sitio ocupado por una potencia extranjera ya es en sí un error, pero promocionarlo y normalizarlo es una muestra de complicidad con el ocupante».
Mientras las imágenes de dunas y mariscos inundan las redes sociales de estos creadores de contenido, la realidad del pueblo saharaui sigue siendo silenciada. La ocupación marroquí no es solo militar; es también mediática y narrativa, y quienes participan en estos viajes financiados por el régimen alauí se convierten en piezas clave de esta maquinaria propagandística. La pregunta es: ¿serán capaces estos influencers y periodistas de asumir la responsabilidad de su complicidad?