Un Magreb fracturado: la ruptura diplomática entre Túnez y Marruecos expone el peso del Sáhara Occidental

Al romper formalmente las relaciones diplomáticas con Marruecos, Túnez ha hecho explícita una ruptura que venía gestándose desde 2022: la cuestión del Sáhara Occidental ya no es un mero desacuerdo regional, sino la línea de fractura central en la diplomacia magrebí.

En el centro de este nuevo episodio está la decisión tunecina de cerrar oficialmente el cargo de embajador marroquí en Túnez. Aunque Rabat ya había retirado a su representante tras la recepción ofrecida por Kaïs Saïed a una delegación saharaui durante la cumbre TICAD en 2022, la presidencia tunecina ha formalizado ahora lo que ya era una realidad: no habrá embajador mientras Marruecos exija una sumisión total a su ocupación del Sáhara Occidental.

Como informó Ali Attar en Afrik.com el 29 de abril de 2025, esta decisión no sólo refleja un deterioro diplomático, sino también una reconfiguración estratégica más amplia en las alianzas regionales de Túnez, cada vez más alineadas con el derecho internacional y el principio de autodeterminación.

La llamada “neutralidad activa” que Túnez aplica se traduce, en la práctica, en un acercamiento al marco legal internacional, y especialmente al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, reconocido por la ONU. Pero Marruecos considera cualquier acercamiento a la causa saharaui como una agresión directa. Esta postura absolutista pone en tela de juicio no sólo la diplomacia regional, sino también la credibilidad de Rabat como interlocutor internacional.

Frente a una crisis económica profunda, Túnez ha reforzado su alianza con Argelia —rival estratégico de Marruecos y firme defensor de la autodeterminación saharaui— en busca de apoyo económico y energético. Este viraje marca un claro desplazamiento diplomático del eje del Golfo hacia una visión panafricana y anticolonial.

La expulsión simbólica del embajador marroquí refleja también un malestar más profundo: la creciente incomodidad de los Estados del Magreb ante la actitud intransigente de Marruecos. Su respuesta habitual —retórica beligerante, presión económica, aislamiento diplomático— demuestra su temor al debate abierto sobre el Sáhara Occidental.

Mientras Rabat continúe tratando cualquier acto de independencia diplomática como un ataque, seguirá perdiendo aliados y quedará cada vez más aislado.

La decisión de Túnez es un recordatorio de que el conflicto saharaui no puede silenciarse ni normalizarse. Mientras no se resuelva con justicia y en conformidad con el derecho internacional, seguirá marcando las líneas de ruptura del norte de África.

POR UN SAHARA LIBRE .org - PUSL
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